Mikhail Pichugin, un hombre ruso de 46 años, fue rescatado después de pasar 67 días a la deriva en una pequeña balsa inflable en el mar de Ojotsk. Pichugin había zarpado en agosto con su hermano y su sobrino para observar ballenas, pero su motor falló al regresar el 9 de agosto. A pesar de los esfuerzos iniciales de rescate, su hermano y sobrino fallecieron, y Pichugin tuvo que atar los cuerpos a la balsa para evitar que fueran arrastrados por las olas. Durante su odisea, luchó contra el frío intenso y sobrevivió bebiendo agua de lluvia.

Pichugin relató que los intentos de rescate fueron infructuosos; un helicóptero pasó cerca, pero no logró ayudar. Su sobrino murió de hipotermia y hambre en septiembre, y su hermano comenzó a comportarse erráticamente antes de intentar saltar al agua. A pesar de las adversidades, Pichugin atribuyó su supervivencia a la ayuda divina, mencionando su deseo de regresar a casa con su madre e hija. Su historia destaca tanto la tragedia como la resiliencia en condiciones extremas.